“No pasó más que una discusión, pero mi nombre pesa”, fue la frase con la que Julieta Silva rompió el silencio luego de ser detenida en San Rafael, Mendoza, por una nueva denuncia de violencia de género. No dijo más nada, pero el mensaje fue claro: para ella, el hecho no fue grave, aunque es consciente que sus antecedentes la vuelven a poner en una situación compleja.
La mujer, condenada por la muerte de su novio rugbier Genaro Fortunato en 2017, fue arrestada la semana pasada, esta vez por agredir físicamente a su actual esposo, Lucas Giménez, con quien contrajo matrimonio en 2022 y con quien tiene una hija pequeña. Según la denuncia, Giménez debió refugiarse en el baño de su vivienda y llamar al 911 tras una fuerte discusión. Al llegar la policía, los agentes constataron lesiones visibles: rasguños y tumefacciones que, según el parte médico forense, coincidían con agresiones recientes.
La respuesta de la Justicia fue inmediata. Silva quedó imputada por el delito de “lesiones leves agravadas por el vínculo”, aunque el juez de la causa le concedió prisión domiciliaria con tobillera electrónica, amparado en su condición de cuidadora de una menor. También se dictó una prohibición de acercamiento y se incorporaron a la causa pericias forenses, testimonios de vecinos y una denuncia cruzada presentada por la propia Silva, que se sumó al expediente en curso.
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A pesar de la contundencia del relato y las evidencias recolectadas por los investigadores, Julieta minimizó el episodio en una breve entrevista televisiva con Mediodía noticias. Su declaración fue evasiva, sin mención a las lesiones de Giménez ni a la intervención policial. En redes y medios, su silencio parcial volvió a generar repudio, especialmente entre quienes recuerdan el caso Fortunato.
“No me sorprende para nada. Era cuestión de tiempo”, dijo Graciela Linares, madre del rugbier fallecido, en diálogo con TN. “Lo que sí me sigue sorprendiendo es el accionar de la Justicia. Evidentemente están esperando que mate a otra persona para hacer lo que deben hacer”, agregó la mujer con indignación. Linares nunca ocultó su malestar con el fallo de 2018, que condenó a Silva a tres años y nueve meses de prisión por el delito de homicidio culposo agravado.
Desde el primer día, sostuvo que no fue un accidente. “Cuando realmente cometés un accidente te desangrás por demostrarlo, pedís disculpas”, había dicho años atrás. Hoy reafirma que Julieta Silva nunca se acercó, nunca pidió perdón y jamás demostró arrepentimiento.
Miguel Fortunato, el padre de Genaro, fue más allá: “Pensaba que esto iba a volver a pasar”, confesó aunque reconoció cierto “desconcierto” ante el nuevo caso. “No sabíamos si de hacer daño o matar, pero había demasiados indicios para pensar que esto no fue intencional”, dijo, en referencia al hecho de 2017. También criticó las explicaciones que Silva dio entonces: “Ella dijo que pensó que era un pozo. Pero el arrastre fue de tres metros y el auto frenó 13 metros después. No tiene lógica”.
Sobre su vínculo con la expareja de su hijo, Miguel fue contundente: “No tenía trato con ella. No le conozco la voz”. Y recordó que su hijo fue padre de una nena con una exnovia, algo que –según los rumores de aquel entonces– Julieta habría descubierto la misma noche del crimen.
En el juicio por la muerte del rugbier, los peritajes psicológicos presentados por el Ministerio Público Fiscal dieron indicios de la personalidad de Silva y advirtieron sobre posibles riesgos. Allí, los especialistas describieron a Silva como una persona con rasgos antisociales, histriónicos, egocéntricos y narcisistas, con baja tolerancia a la frustración, escasa empatía y tendencia a la impulsividad y agresión. El informe cerraba con una advertencia: “Es peligrosa para sí y para terceros”.
En esta nueva causa, fuentes judiciales confiaron que había sospechas previas sobre la situación del matrimonio. Se hablaba en los pasillos de Tribunales sobre posibles agresiones sufridas por Giménez. Incluso, testigos mencionaron que “lo habían visto con los ojos morados y arañado”. Ahora, la Justicia intenta determinar si existieron otros episodios previos no denunciados.
El entorno de Silva, mientras tanto, permanece en silencio. En su momento, tras su condena, muchos familiares se distanciaron de ella, y su casamiento en diciembre de 2022 fue el reflejo de esas tensiones. Celebrado en el salón Anselmo, a solo cinco minutos del lugar donde murió Genaro, el evento fue recordado no solo por su ubicación, sino por el comentario de mal gusto que recibió Giménez: “Tomate un taxi, por las dudas que no llegues”, le dijo un invitado, en alusión directa al crimen de Fortunato.
Una condena y muchas dudas
R.P.
El 9 de septiembre de 2017, Genaro Fortunato, jugador de rugby del club Belgrano, murió atropellado por su entonces pareja, Julieta Silva, a la salida del boliche Mona Bar de San Rafael, Mendoza.
Según la reconstrucción judicial, tras una discusión, la mujer se subió a su auto y, en una maniobra en “U”, lo atropelló mientras él intentaba impedir que se marchara. Primero lo embistió y luego, sin verlo, volvió a pasarle por encima. Silva alegó que no lo vio, que llovía, era de noche y no llevaba puestos sus anteojos recetados.
En septiembre de 2018, el tribunal integrado por los jueces Luque, Bittar y Laigle la condenó a tres años y nueve meses de prisión por homicidio culposo agravado, sin intención de matar, aunque bajo condiciones agravantes como el estado de ebriedad y la falta de uso de anteojos. También recibió ocho años de inhabilitación para conducir. Cumplió parte de la condena en prisión domiciliaria y recuperó la libertad en marzo de 2020.