Atlético Tucumán y Luis Miguel Rodríguez tienen una simbiosis difícil de explicar. Parecen estar hechos uno para el otro. Ni siquiera cuando estuvieron alejados se podían dejar de mirar. Este lunes, en la cancha de Huracán, el Pulga fue el encargado de abrir el camino de la victoria del Decano, que extendió su racha positiva con un 2-0 sobre Barracas Central. El gol, vaya paradoja, fue de penal, sancionado a los 40 segundos de juego por el árbitro Andrés Merlos, en perjuicio del Guapo.
Ni se habían acomodado los equipos cuando llegó la jugada clave de la tarde en Parque Patricios. Un centro pasado desde la izquierda buscó a Infante, que fue sujetado de su camiseta por Pedro Velurtas, en una acción casi amateur. Todo fue visto de frente por Merlos, que no dudó ni cuando el VAR -con Lucas Novelli a la cabeza- lo convocó a revisarlo en la televisión.
La categoría del Pulga no solo se vio en la definición desde los once metros, sino también en los destellos que dejó mientras estuvo en el campo de juego. Siempre se ubica bien, siempre asiste bien. Le cambió la cara al equipo de Facundo Sava desde que retornó hace un par de jornadas atrás.
Si Atlético Tucumán no lo definió antes fue por su propia impericia y por el trabajo del arquero Sebastián Moyano, incluida una atajada en modo Dibu Martínez en Qatar, ante Tesuri.
Barracas Central fue un manojo de nervios, no le fluyó el juego. Pudo haberlo empatado a través de un zurdazo de Duarte, que desde el punto penal inexplicablemente la tiró por arriba.
El tanto de la tranquilidad del Decano llegó a los 90, cuando Pereyra -la figura de la cancha- asistió desde 50 metros al ingresado Gino Peruzzi, quien no falló y decretó la victoria de los tucumanos como visitante después de casi un año.
Barracas Central, que se ilusionaba con clasificar a las Copas internacionales después de una soberbia Copa de la Liga, entró en un pozo después de la primera fecha de la Liga Profesional del que todavía no puede salir.