Desde hace años que los cargadores se volvieron una herramienta indispensable para nuestras vidas. Vivimos rodeados de dispositivos electrónicos que requieren carga. Celulares, computadoras portátiles, relojes inteligentes, auriculares, bicicletas eléctricas y muchos dispositivos más necesitan tener su cargador para poder funcionar.
Tan fundamentales se han hecho en nuestras vidas, que la gran mayoría de las personas deja un cargador de teléfono enchufado junto a la cama. Un cargador que jamás desconectó, aun cuando no lo está usando.
Una de las preguntas que se suele hacerse con respecto a esta costumbre de las personas es: ¿Qué implica dejar un cargador conectado de por vida?
Lo cierto es que existen tanto riesgos para nosotros mismos como costos ocultos asociados con dejar los cargadores enchufados todo el tiempo.
Cuánto consume un cargador al año
El “consumo vampiro”, también conocido como consumo en espera, que se les adjudica a los cargadores es real. Si lo dejas enchufado durante todo el día o durante varias semanas, consumirá continuamente una pequeña cantidad de energía.
Parte de esta energía se utiliza para mantener en funcionamiento los circuitos de control y protección, mientras que el resto se pierde en forma de calor.
En el caso de un pequeño cargador individual, el «consumo vampiro» es ínfimo. Sin embargo, si se suman todos los cargadores que hay en casa para distintos aparatos, con el tiempo, el derroche de energía puede ser considerable.
El consumo en espera no es exclusivo de los cargadores. Otros aparatos electrónicos, como los televisores, también consumen un poco de energía cuando están en modo de espera.
Dependiendo de la cantidad de cosas que dejes enchufadas, a lo largo del año, podríamos hablar de varios kilovatios-hora.
Sin embargo, los cargadores modernos están diseñados para minimizar el consumo de energía en modo de espera. Vienen integrados con componentes de gestión energética inteligente que los mantienen en modo de suspensión hasta que un dispositivo externo intenta consumir energía.
Los riesgos de dejar un cargador enchufado
Los cargadores se desgastan con el tiempo cuando la electricidad fluye a través de ellos, sobre todo cuando la tensión de la red eléctrica sube temporalmente por encima de su valor nominal. La red eléctrica es un entorno caótico, y de vez en cuando se producen subidas de tensión. Cuando los cargadores quedan expuestos a estos eventos, se acorta su vida útil.
Este desgaste prematuro no debería ser motivo de alarma en los dispositivos modernos, gracias a su diseño y su control mejorados.
Sin embargo, sí es preocupante en el caso de los cargadores baratos y no certificados. Por lo general, carecen de los niveles de protección adecuados y pueden presentar un peligro de incendio.
Cómo debo tratar a mis cargadores
Aunque los cargadores modernos suelen ser muy seguros y deberían consumir una energía mínima en modo de espera, es importante considerar la posibilidad de desenchufarlos de todos modos.
Si un cargador se calienta más de lo normal, hace ruido o está dañado de algún modo, es hora de reemplazarlo. Y definitivamente no debe quedar enchufado.
Qué hay dentro de un cargador
Lo primero que hay que aclarar es que no todos los cargadores son iguales. En función de su uso y de la potencia requerida, su estructura interna puede ser desde muy simple hasta compleja.
Un cargador típico recibe la CA (corriente alterna) del enchufe de la pared y la convierte en una CC (corriente continua) de bajo voltaje adecuada para la batería de tu dispositivo.
Tradicionalmente, la electricidad se genera en forma de corriente alterna, pero los electrodomésticos modernos y las baterías requieren corriente continua. Es por eso que casi todos los aparatos eléctricos vienen con un convertidor de corriente.
Para realizar la conversión de CA a CC, un cargador típico requiere varios componentes eléctricos, como un transformador, un circuito para la conversión propiamente dicha, elementos de filtrado para mejorar la calidad del voltaje de CC de salida y circuitos de control para regulación y protección.