La eliminación de Boca y River en la fase de grupos del Mundial de Clubes volvió a activar una guerra que se había disipado durante este 2025. Es la que mantienen el presidente Javier Milei y el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, por el desembarco de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) en el fútbol argentino.
Después de un tironeo incesante durante todo un año, que incluyó decretos, intentonas de intervención y descalificaciones varias, la foto en diciembre de Tapia con la secretaria general de la presidencia, Karina Milei, y el vocero presidencial Manuel Adorni había marcado una tregua. El cónclave, en el que se había trabajado durante semanas, significó –además de la paz temporaria– un mensaje indirecto a Mauricio Macri, un actor que siempre sobrevuela al fútbol y que, a pesar de concesiones y acuerdos específicos con las dos partes, no acepta ni a uno ni al otro. Ni a Tapia ni a Milei.
Sin embargo, esta semana, la tregua se terminó. Milei primero reposteó en la red social X a su subsecretario de prensa, Javier Lanari, y luego en Instagram al dibujante Nik, dos fervientes portavoces de la iniciativas libertarias.
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Ambos habían subido un manifiesto en contra de la gestión de Tapia, del fútbol argentino en general y un panegírico sobre la SAD de Brasil que en Argentina no se logran instalar.
Llamó la atención porque Milei había abandonado el tema, pero las derrotas de Boca y River en el Mundial de Estados Unidos lo llevaron a replicar argumentos de sus socios en este asunto, como del empresario Guillermo Tofoni y la diputada nacional Juliana Santillan. “Subestiman la decisión que tiene tomada Milei. Quizás hubo segundas líneas que no quieren una guerra contra Tapia, pero Milei va a avanzar”, le dice a PERFIL Tofoni, quien patrocina la llegada de las SAD al país y el que propició el arribo –aún incompleto, con más dudas que certezas– del magnate Foster Gillett a Estudiantes de La Plata.
Justamente, si algo generó Gillett fue que habilitó un debate y ablandó a un sector de los hinchas, que rechazaban cualquier atisbo de privatización del club. Sin embargo, eso luego se diluyó hasta desaparecer de la agenda pública.
En los alrededores de Tapia tratan de relativizar esta nueva embestida presidencial y se lo atribuyen a los impulsos característicos de Milei. Incluso en diciembre, cuando la luna de miel estaba recién firmada, ya deslizaban la posibilidad de que podía terminarse en cualquier momento y de manera intempestiva. Eso finalmente fue lo que pasó.
El argumento que repiten en el Gobierno y por el que quieren horadar la gestión Tapia no solo es el resultado deportivo, algo que puede ser discutible dado que tanto River como Boca tuvieron actuaciones destacadas y quedaron afuera porque no concretaron cuando tenían que concretar, sino por el reparto de dinero de la Liga y, sobre todo, el formato del torneo, un punto que incluso le hace ruido a quienes apoyan a Tapia.
Los ingresos por los derechos de TV y la división entre los 30 equipos de Primera le dan una traducción económica a una competencia deportiva que busca fidelizar dirigencias y exponer una mayor cantidad de futbolistas en el principal torneo del país, justamente para reforzar la lógica exportadora. Dos modelos o dos escuelas que ahora vuelven a chocar.