Sólo se ve lo que se mira y sólo se mira lo que se está preparado para ver. Esto nos enseña que la realidad, que a veces nos parece un valor indiscutible y absoluto, no es más que un producto subjetivo y condicionado por las circunstancias. ¿Qué fue entonces lo que “vio” un puñado de hinchas de fútbol que no vio el resto del país?
Algo brutal, que estaba ahí, cada semana: la ignominia, la indefensión, el maltrato, la represión, la falsa libertad avasalladora que ignora la fragilidad del otro y el desprecio a quien se cloroformiza o se anestesia de tal manera que renuncia a defender sus derechos y los derechos de los demás. Gestos de cobijo con carne, músculo, rostro. Los jubilados expulsados del sistema no necesitan quererse más a sí mismos, sino que la sociedad los arrope en la solidaridad más elemental, en la cohesión más primaria, resistiendo al abuso como una invitación permanente a humanizarse. Así, hinchas y “viejos” marcharon juntos para jubilarse del miedo y del odio.
No es lo mismo asomarse a la realidad que patearla. Y la han pateado. La represión ha sido brutal. Se han enfrentado a los palos, los gases y a la obsesión irrefrenable y psicótica de este Gobierno por la represión. Se vieron camisetas y banderas de numerosos equipos. El fútbol estuvo presente en carne viva, acompañando la rabia que surge allí donde se impone la decepción, y en la medida que vivimos en un país de decepciones la rabia siempre estará presente. A la convocatoria confirmaron su presencia hinchadas de Los Andes, Nueva Chicago, Tigre, River, Boca, Argentinos Juniors, Gimnasia y Esgrima La Plata, Atlanta, Ferro, Lanús, Almirante Brown, All Boys, Independiente, Racing, Tristán Suárez, Estudiantes de Buenos Aires, Rosario Central y Newells, entre otros.
El proyecto ultraliberal tiene su propia idea de “genocidio”: destruir toda idea de “genos”, es decir de comunidad, de memoria, de vínculo social y de cualquier legado que nos permita ser algo más que individuos aislados. A veces las agonías no sólo definen a los hombres, sino a las épocas, En este extremo de auténtica descomposición social la ira que irradian ciertos poderosos no es nueva, sino un viaje en el tiempo a las formas más ancestrales de dominio. Pero todos sabemos lo que pasa cuando los indignados, los atomizados, los expulsados de todo interés común abandonan de pronto su aparente indiferencia.
Hay victorias electorales que aplastan países enteros. Se tarda pocos días en comprender el gobierno de Milei, pero toda una vida en reponerse del susto. Un presidente que nos va a dejar unas ruinas hermosas, “embelleciendo” el mundo con un puñadito más de escombros. Emplearse en la construcción de un nosotros, que no es la suma de un yo más otro yo, sino la consecuencia de la transformación de esas dos identidades singulares en otra plural. Los jubilados y los hinchas de fútbol lo han entendido. ¿Qué más hay que entender?
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979