A pesar de los alertas y de los cuidados, el femicidio ya había sido consumado. En la escena del crimen se encontraba una mujer policía junto a familiares de la víctima. Por la frecuencia radial, un agente se comunicó con su colega y le dijo que «levante» la custodia. «Total ya está muerta, no tenemos que cuidar nada«, fue la frase que indignó a los allegados a Jesica Domínguez (35).
A la víctima la encontró asesinada su hija de 13 años, cuando volvió del colegio. Jesica había hecho denuncias en la Justicia, que había ordenado la detención de su ex pareja, Ezequiel Suárez (36). Pero el hombre andaba como si nada en su bici, por el barrio Villa Boedo, de la ciudad de Córdoba.
El martes pasado, a las 7.30, cruzó un terreno baldío, se trepó por la tapia de una vecina, saltó la pared y apuñaló a la mujer hasta matarla. Ya había estado adentro de la propiedad el sábado a la noche, de donde se llevó celulares y hasta un anillo de oro de una amiga de Jesica. «Sé lo que estás haciendo«, le escribió después, desafiante, en un mensaje de WhatsApp.
En la puerta de la casa de la calle Pedro Medrano al 5800 debía haber un policía de consigna, pero todos coinciden en que al momento del femicidio no estaba allí. Es más, algunos aseguran que el agente estaba descansando dentro de su auto, a unos 70 metros de la escena del crimen.
«Fue una masacre. Estaba todo lleno de sangre: las paredes, la cocina, el pasillo, un desastre. La hija encontró al padre en el patio y a la madre asesinada», le contó a Clarín Claudia Domínguez (58), tía de la víctima.
Suárez murió este sábado. Se había auto lesionado con un cuchillo, con múltiples heridas en el cuello y los brazos. Luego de matar a su ex, se sentó en una silla, adonde lo halló su hija.
«Nosotros hubiéramos querido que se salvara, que la pagara y que sufriera, porque él no se merecía otra cosa, pero sé que está en el infierno y ahí no va a tener paz«, sostuvo Claudia.
Además, advirtió: «A mi sobrina la mató la Justicia, pero también el abandono del policía, que estaba con el celular en la esquina y en su conciencia se lleva la vida de ella».
Jesica trabajaba «de lunes a lunes» como empleada doméstica. Con sumo esfuerzo, mandaba a su hijo de 15 años y a la de 13 a un colegio privado.
«La semana pasada, la nena terminó la primaria y se fue de viaje de estudios. Ahora en el velorio se presentaron la directora, las maestras, los chicos. La directora le dijo a la tía que los siguieran mandando el año que viene, que iban a arreglar las cuotas ya que está difícil pagarlas y los chicos quieren seguir yendo ahí», añadió Claudia, que rescató al menos algo positivo dentro de la tragedia.
La adolescente que se encontró con una escena de terror solo recibió asistencia psicológica por parte del Polo de la Mujer el día que ocurrió todo. «La han abandonado, nadie está haciendo nada, nadie la contiene«, se lamentó.
Un largo historial de violencia
El historial de violencia de género que ejercía Suárez llevaba varios años. Había estado unos días preso en el penal de Bouwer, pero salió libre en noviembre.
Según el Ministerio Público Fiscal de Córdoba, desde la mañana del lunes 10 de diciembre regía sobre él «un pedido de detención que no pudo hacerse efectivo por no encontrarse en el domicilio donde se lo buscó«.
«Asimismo, la víctima tenía provisto un botón antipánico y en el domicilio había consigna policial», indicó.
Hace un mes había sido elevada a juicio una causa contra Suárez por violencia familiar contra la mamá de sus dos hijos. También hostigaba a los chicos. Cuentan que al nene le decía que era «un cagón» porque «no quería volver caminando del colegio porque el barrio era jodido».
Suárez arrastraba denuncias por daños, amenazas, privación ilegítima de la libertad y desobediencia a la autoridad, entre 2022 y 2023. Pese a estos antecedentes, hizo una contrademanda contra la mujer porque lo había «dejado sin hogar«.
El caso es investigado por la Fiscalía de Violencia de Género, a cargo de Pablo Cuenca Tagle.
Fuentes de la Policía de Córdoba, consultadas por Clarín, señalaron escuetamente que «es materia de investigación» si el agente estaba o no cumpliendo con sus tareas cuando se produjo el asesinato.
Yanina, la vecina que vio al femicida saltar la tapia de su casa para cometer el crimen, también dio su testimonio: «Era muy violento ese hombre, chupaba, se drogaba… a mí me quiso matar con un machete, se agarró el terreno mío de al lado y tapió todo, el sinvergüenza, decía que era de él».
La propia mamá del acusado, Amalia, fue terminante en diálogo con Telefé Córdoba: «Por más que sea mi hijo, es una porquería. Estaba perdido por la droga y por el alcohol. Mi nuera era una madraza. La ha agarrado dormida. Les pido perdón a todos, es una vergüenza».
Lo mismo que Federico, su hermanastro, quien comentó que «ya tenía restricciones por todos lados, la mina no lo quería ver más, el policía estaba con el celular y la Justicia tiene la culpa».
«Queremos justicia, esto no puede quedar así. ¿De qué vale tanto protocolo, tanto ministerio? Esto se podría haber evitado», insistió Claudia, tía de Jesica, la mujer que terminó siendo víctima de la desidia estatal, la inoperancia policial, la violencia machista y al abandono por su humilde condición social. Su suerte, lamentablemente, estaba echada.
EMJ